
Siempre se dice que la escuela y la biblitoeca deben fomentar el hábito de la lectura entre los estudiantes. Sabemos que actualente la elctura ha ingresado en una crisis profunda. Los formatos audiovisuales suelen ser más atractivos, tanto para los niños como para los adolescentes.
Si hechamos una mirada hacia siglos pasados podemos observar que no siempre se ha leído igual ni lo mismo. Lo que en el medievo europeo concitó el interés y la atracción de los lectores no es el mismo que atrajo a los lectores del mundo occidental de los siglos XVIII y XIX. El siglo XX, sobre todo desde su segunda mitad, se ha visto envuelto en cambios muy profundos debido al surgimiento y afianzamiento de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información.
Hoy en día la lectura atraviesa una crisis de mutación profunda, consecuencia de los cambios tecnológicos que hemos visto desarrollarse y que han repercutido en los más variados aspectos de nuestras sociedades y culturas. El paso del rollo al códice, en cuanto a escritura y lectura, significó un cambio realmente revolucionario. Roger Chartier ha puesto especial énfasis en las profundas implicancias de esta transición. El otro verdadero cambio revolucionario lo constituye el paso del códice al texto digital. La imprenta y la cultura impresa, sin desconocer los cambios significativos que también supusieron, no han llegado a tener las características de ruptura que sí significa el paso a la cultura escrita digital.
La lectura, debe ser un objetivo que persigan los padres, la escuela y los bibliotecarios. Estos actores sociales deben acompañar a niños y adolescentes en el descubrimiento de sumergirse en la historia que le propone el autor.
Los bibliotecarios pueden ayudar implementando talleres y actividades para desarrollar el hábito de lectura de libros de literatura y textos, en los escolares del nivel primario y secundario.
Lo que debemos evitar es el analfabetismo, que aún no hemos podido erradicar de nuestro país y que es un fenómeno que adquiere distintas modalidades que van desde el aquél de tipo absoluto, del que no sabe leer ni escribir, el del que lee y no entiende lo que lee, el que aprendió a leer y no tuvo cómo ni para qué practicar su nueva habilidad y, por fin, el del que no siente interés alguno por la lectura.
La lectura es uno de los instrumentos más importantes para lograr la formación integral de niños y jóvenes y les permite comprender el entorno. El analfabeto no puede hacer uso de ese instrumento y, por lo tanto, es sujeto de marginación. Los programas de iniciación a la lectura permiten justamente que cada vez haya menos marginados de la sociedad. Para ello se deben emplear estrategias que muestren atractiva a estos chicos la biblioteca, así como dedicar un mayor tiempo en la reingeniería de servicios adecuados a estos tiempos y a las edades y deseos de nuestros usuarios.
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