La importancia de la lectura radica en que podemos contactarnos con realidades ajenas a nuestro tiempo a través de los escritos que hemos recibido de diversas personas lejanas en tiempo y espacio de nuestra realidad actual.
¿Cómo habría podido progresar la humanidad si no se hubieran registrado el pensamiento de tantas personas que fueron los creadores de la humanidad tal como la conocemos hoy.
Hoy disponemos de todo tipo de lecturas: funcionales, que nos cualifican para el ejercicio de una profesión; lecturas recreativas o ficcionales, que nos transportan a un mundo diferente al que estamos habituados a interactuar. Hay libros que son como personas vivas y hay personas que son como libros vivos. Cuando el “Índice”de libros prohibidos de 1558 dejó a Santa Teresa sumida en profunda tristeza, oyó del Señor esta palabra: “Yo seré para ti libro vivo”.
¿Qué leer? Narrativa y poesía, épica y lírica, pensamiento y novela, ciencia y teología. Cada género requiere una actitud vital y una correspondencia afectiva.
Hesse afirmaba que leer sin amor, saber sin respeto, formación sin corazón es uno de los peores pecados contra el espíritu. La lectura requiere cercanía generosa a la vez que distancia a lo leído. Leer requiere pensar y discernir, asentir y rechazar. Hay una pedagogía y una ética de la lectura. Es falso decir que lo importante es leer y no importa qué.
La lectura de un buen libro fortalece nuestro espíritu.
Hoy es necesaria una lectura informativa y sobre todo formativa. Sólo quien lee libros y piensa por sí mismo, con saberes fundados y pensamientos confrontados, puede hoy ser libre y perdurar con dignidad. Los mejores teóricos de la democracia han repetido hasta el cansancio, que ésta sólo crece y perdura donde la sostienen una ética real y una real cultura. Por eso creo que hay que invertir las proporciones actuales: sesenta por ciento formación y cuarenta por ciento información. La información ante todo por libros, luego por periódicos, después por radio, y finalmente, en medida mínima, por televisión.
Siempre podemos recurrir a los libros clásicos, que ya no están de moda, pero que condensan el pensamiento de la humanidad de otros tiempos. Los libros de ficción antiguos porque nos remontan a las problemáticas de otras épocas, con la perspectiva que solo un buen escritor de novelas o cuentos le puede dar, y que cuenta con el aliciente de acercarnos a la vida cotidiana de aquella época.
Hoy disponemos de todo tipo de lecturas: funcionales, que nos cualifican para el ejercicio de una profesión; lecturas recreativas o ficcionales, que nos transportan a un mundo diferente al que estamos habituados a interactuar. Hay libros que son como personas vivas y hay personas que son como libros vivos. Cuando el “Índice”de libros prohibidos de 1558 dejó a Santa Teresa sumida en profunda tristeza, oyó del Señor esta palabra: “Yo seré para ti libro vivo”.
¿Qué leer? Narrativa y poesía, épica y lírica, pensamiento y novela, ciencia y teología. Cada género requiere una actitud vital y una correspondencia afectiva.
Hesse afirmaba que leer sin amor, saber sin respeto, formación sin corazón es uno de los peores pecados contra el espíritu. La lectura requiere cercanía generosa a la vez que distancia a lo leído. Leer requiere pensar y discernir, asentir y rechazar. Hay una pedagogía y una ética de la lectura. Es falso decir que lo importante es leer y no importa qué.
La lectura de un buen libro fortalece nuestro espíritu.
Hoy es necesaria una lectura informativa y sobre todo formativa. Sólo quien lee libros y piensa por sí mismo, con saberes fundados y pensamientos confrontados, puede hoy ser libre y perdurar con dignidad. Los mejores teóricos de la democracia han repetido hasta el cansancio, que ésta sólo crece y perdura donde la sostienen una ética real y una real cultura. Por eso creo que hay que invertir las proporciones actuales: sesenta por ciento formación y cuarenta por ciento información. La información ante todo por libros, luego por periódicos, después por radio, y finalmente, en medida mínima, por televisión.
Siempre podemos recurrir a los libros clásicos, que ya no están de moda, pero que condensan el pensamiento de la humanidad de otros tiempos. Los libros de ficción antiguos porque nos remontan a las problemáticas de otras épocas, con la perspectiva que solo un buen escritor de novelas o cuentos le puede dar, y que cuenta con el aliciente de acercarnos a la vida cotidiana de aquella época.
Nunca dejen de tomar entre sus manos un buen libros y acariciar esas hojas que a través de la escritura lo transportarán a un mundo realmente maravilloso de conocimiento y sabiduría.
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